martes, 2 de septiembre de 2008

Hacer como Noé con su Arca

Vivimos en una época turbulenta, marcada por los cambios en el Mundo y del Mundo. Uno de los cambios más importantes atañe al denominado calentamiento global. Aún ahora, luego que han pasado tantos años desde que oímos hablar del protocolo de Kyoto (1997), muchos de nosotros no somos conscientes del grado de responsabilidad que tenemos en el origen y expansión de este problema que puede diezmar a la humanidad.

Y es que el calentamiento global es como una de las últimas desgracias surgidas del ánfora de Pandora. Peor aún, es una molestia multípara que ya nos muestra sus ramificaciones. Las altas temperaturas derriten los casquetes polares y son sentencia de ahogamiento para todo terreno costero. Los polos derretidos establecen grandes contrastes de temperatura en las corrientes marinas, amenazando incluso el sostenimiento de dichas corrientes, con lo que desaparecerían grandes segmentos de la cadena marina y se condenaría a hambruna a todos los pueblos que dependen de los productos del mar. Estas distorsiones en las temperaturas marinas también alteran todo el funcionamiento de la atmosfera y vemos que las tormentas son cada vez más frecuentes e intensas, con lo que se destruyen no solo los poblados humanos a su paso, si no también los cultivos y el ganado. El cambio climático hace que regiones que ya eran cálidas lo sean ahora mucho más, con el riesgo de convertirse en desiertos. Las regiones históricamente templadas ahora son más “tropicales”, con lo que el ciclo de nevadas que controla el comportamiento de ríos y lagos, así como los glaciares que sirven de enorme reserva de agua, están en franco proceso de desaparición. Todo esto significa menos terreno para sembrar y menos agua para cultivar y consumir. Al final, se nos presenta un futuro sombrío. Un planeta hambriento y sediento, en donde ninguna cantidad de dinero será suficiente para pagar por simple pan y agua.

¿Y todo esto por qué?. Afrontémoslo. En buena medida es porque no somos conscientes, menos aún responsables, del impacto que causa cada cosa que hacemos. Somos egoístas, es decir, personas principalmente centradas en nosotros mismos como individuos y no como colectivo. Actuamos más por “el yo quiero” y el “me provoca”, muchas veces seguido por el autoindulgente “me lo merezco”, sin que nos olvidemos del infortunado “los demás que se j….” y peor aún, “ese no es mi problema”.

¿Qué hacemos entonces?. Mi recomendación está en el título de este artículo. Hagamos como Noé con su Arca. Lo que no debe entenderse como que ahora vayamos a salir todos a comprar una lancha y meter en ella cuanto animalito consigamos por allí. Lo primero es reconocer que el principal mal de la humanidad radica en habernos distraído de lo que es verdaderamente importante, confundiendo capricho con necesidad. Pregúntese ¿Necesita usted comprar tantas cosas (y botar las que ya tiene dizque porque están viejas o pasadas de moda? ¿Necesita usted usar el carro para ir a cualquier lado (incluso al automercado, panadería y colegio que quedan a unas pocas cuadras)? ¿Necesita usted tener tantos aparatos eléctricos y a gas prendidos al mismo tiempo y por tanto tiempo?.

Céntrese en lo humano y en lo natural. Conservar lo que tenemos, en lugar de cambiarlo con cada estación, nos proporciona el valor de los recuerdos y las gratas memorias (si no fíjese cuando “regresan” las modas). Camine mucho más, es bueno para su salud y para apreciar lo que le rodea. Tanto aparato prendido puede ser porque siente soledad. Busque compañía y si ya la tiene disfrútela. Comparta con otros el hacer las cosas sencillas que ningún aparato puede hacer mejor que usted.

Particularmente a mí me gusta pensar en la idea del Arca de Noé cuando trato de “ajustar” mi casa para consumir menos electricidad, gas y agua. Cuando incorporo el uso de una pequeña huerta y corral. Cuando reducimos el volumen de las cosas que se desechan y, además de esto, re-usamos más y reciclamos todo lo que se pueda. No se trata de ser hippie ni de la nueva era. Se trata de ser más y mejores humanos, conscientes de la responsabilidad de administrar mejor los recursos que Dios nos ha dado en esta, nuestra única y pequeña nave espacial llamada Tierra.

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