lunes, 4 de noviembre de 2013

Drone-city





Han pasado varios años desde la última vez que estuve aquí. Las conversaciones con familiares y amigos habían creado una gran expectativa en mí, por lo que estaba a punto de ver con mis propios ojos. Ya en el aeropuerto pude advertir que el edificio del terminal aéreo había sido complementado con otras dos edificaciones que también servían como terminales. Uno de estos era la estación de un sistema de transporte ferroviario de alta velocidad, que subía desde el litoral hasta el valle en el que se asienta mi ciudad natal. El otro terminal era la inter-conexión con un sistema de transporte urbano, superficial y elevado, impulsado por electricidad, que recorría todo el litoral.

Inmediatamente noté, cuando comenzamos a subir al valle, que lo que anteriormente había sido una autopista para el tránsito de vehículos de combustión interna (carros, autobuses, camiones, motos), era ahora la ruta sobre la que reposaban varías vías para el desplazamiento de diferentes trenes, unos para el transporte de pasajeros, otros para el trasporte de la carga, que llegaba o que era despachada en los puertos, tanto por vía aérea como marítima. 

Pude ver a los lados de la ruta lo que antes habían sido barrios marginales o poblados rurales. Presentaban otra cara y daban la impresión de haber sido consolidados. Esa impresión fue reforzada cuando vi que una de las vías paralelas al ferrocarril en el que viajaba, correspondía al sistema superficial tipo urbano, con estaciones interconectadas a un sistema tipo cable o funicular, que subía zigzagueando por los cerros adyacentes. 

Al llegar arriba y pasar al costado del parque del oeste, atravesamos los túneles y la autopista seguía siendo una ruta solo para trenes. Incluso la autopista del norte, una de las cotas más altas de la ciudad, una vez que fue completada para funcionar como un baipás que permite circunvalar la urbe, también había sido convertida para este uso como ruta ferroviaria. Giramos a mi izquierda, hacia el este del valle y en poco tiempo llegamos a lo que antes había sido el aeródromo de la ciudad. Ahora era una explanada verde y arbórea que, en lo subterráneo, albergaba un complejo de terminales en varios niveles. En el nivel más profundo, llegamos a la estación de pasajeros del tren de alta velocidad, desde donde se podía continuar viaje al resto del país. Encima, otro nivel que servía para el transbordo al sistema metro, que había sido ampliado con varías líneas y subsistemas para abarcar toda la geografía del valle. Una prolongación de las vías, un poco más hacia el este, coincidiendo con lo que había sido una zona industrial de la ciudad, llegaba al terminal para las mercaderías y galpones de las empresas almacenadoras. Con el importante desarrollo de la red ferroviaria en el país, las fábricas que antes estaban allí, en la vieja zona industrial, habían sido reubicadas en distintos parques manufactureros y tecnológicos situados, unos en la periferia de la ciudad, otros en la provincia, para apoyar así el mejor uso del valle y el desarrollo de otras urbes.

Al salir de la estación, es decir, a su superficie, en la explanada, se agolparon muchos recuerdos de buenas épocas vividas aquí. Noviembre siempre era benigno con el valle, regalándole un clima fresco y de lloviznas ligeras que vestían a la gente con sus ropas de invierno tropical. A mi llegada, el cielo está muy despejado y, gracias a una suave brisa que viene soplando desde el este, la temperatura es agradable, rondando los 20 grados. El gran cerro, que domina el valle en su flanco norte, me saluda ataviado con un follaje verde frondoso y profundo, casi azul. De lo que había sido el aeródromo, ya no estaban ni la franja de concreto que servía de pista, ni los galpones que servían de hangares. Era todo un paisaje de un verde vegetal vibrante, desarrollado como una extensión botánica del gran parque del este. Cercana a la salida de las estaciones subterráneas estaba una estación de bicicletas: un bicipuerto. Me acerqué a dar un vistazo. Era como el sistema de uso compartido, patrocinado por grandes compañías, que vi en la gran manzana. Usas el chip de tu tarjeta y una clave para desbloquear, como en un cajero automático, tomas la bicicleta, la usas, la devuelves en otra estación cercana a tu destino y el sistema te envía a tu teléfono un mensaje de agradecimiento y una relación de tus créditos. El mapa de los bicipuertos disponibles mostraba una red distribuida a lo largo del eje del valle, aprovechando la suavidad de las pendientes, complementándose con las estaciones del metro. Las avenidas más grandes, tendidas de este a oeste y de oeste a este, eran ahora una combinación de ciclovías y bulevares. Las demás calles y avenidas servían solo al que iba a pie. La gente no parecía extrañar, para nada, a los carros y las camionetas, menos aún a los autobuses y las motos. Las colas y atascamientos, el sonido de reclamo de las cornetas y el humo asfixiante de los escapes, eran ya un asunto del pasado que parecía muy lejano.

Un poco más allá del bicipuerto encontré lo que estaba buscando, un podio para flybots. Esencialmente un pequeño helipuerto con su característica forma circular. Esta fue una de las primeras ciudades en adoptar el uso de flybots, emparentados con los drones y primos lejanos de los aeromodelos de control remoto que podíamos ver en el club las águilas, que funcionaba cerca de la universidad. Su adopción temprana acá se debió, quizás, a la poca regulación restrictiva para los vuelos por debajo de los 150 metros de altitud en áreas urbanas. Sé que, por lo caóticas que se habían vuelto las calles de la ciudad en cuanto a tráfico e inseguridad, inicialmente fueron propiciados como una solución más segura y económica en la búsqueda y entrega de encomiendas. Lo pequeño de los podios es porque los flybots aterrizan y despegan como helicópteros, verticalmente. Las versiones de flybots más populares son los de cuatro rotores, cuadrópteros, más pequeños y usados para mover mercadería y documentos, y los de dos rotores, duópteros, usados como taxis para el trasporte de personas. Por tratarse de máquinas eléctricas lo que escucho es un rumor en el aire, la suma de todos los zumbidos como de abejorros. Son vehículos seguros que cuentan con tres sistemas para su navegación. Uno es externo, el sistema central de control de vuelos de baja altitud. Otro es el sistema interno de auto-navegación, que funciona como un piloto automático en comunicación permanente con el sistema central. Si alguno de estos sistemas falla, o falla la comunicación entre ellos, o si las baterías están por debajo del nivel de seguridad, toma control del flybot el sistema de emergencia de falla segura, programado para detectar y evadir obstáculos cercanos y aterrizar en el podio más cercano. 

Mientras espero el flybot que me llevará a mi cita de negocios, pienso en la decisión clave que había contribuido a lograr esta gran transformación de la ciudad y del país. Para ponerlo en términos sencillos, habíamos decidido dejar de ser un país monoproductor y exportador de petróleo. Es decir, aún lo producíamos, pero su uso primordial era ahora el mercado interno, principalmente para balancear cargas en la producción de electricidad. Un porcentaje importante de la generación de energía seguía siendo hidroeléctrica. El recurso más valioso, ya finalizada la época petrolera, lo habíamos reconocido definitivamente: era el agua. Por su importancia para la vida. Por todas las aplicaciones que ya tenía, en el consumo humano y agropecuario. Y ahora también por ser materia prima para la producción electrolítica de hidrogeno. El flybot que estoy esperando llega, cumplimos con el protocolo de validaciones, subo, se eleva y me dirijo a mi reunión. Y sigo pensando. Dejamos de ser un país petrolero para ser un país energético. El sistema eléctrico del país ahora cuenta con diversas fuentes de generación y conversión de energía. Un sistema pensado, desarrollado y mantenido, para ser sustentable mientras apoya el desarrollo del país y de todos sus ciudadanos. El sistema cuenta con tres fuentes primarias de generación limpia: hidráulica, eólica y fotovoltaica. Cuando la carga supera la capacidad, se cubre el balance con la generación térmica. Cuando la carga está por debajo de la capacidad limpia, se aprovecha este “superávit” para la generación electrolítica de hidrogeno. El hidrogeno almacenado es como una batería. Cuando la carga vuelve a subir, antes de quemar hidrocarburos, se quema hidrogeno, que no produce CO2 sino vapor de agua. Se obtiene energía en la combustión del hidrogeno y se obtiene energía en la condensación del vapor. Y cuando las termoeléctricas queman combustibles fósiles, los gases de escape son procesados para secuestrar el CO2 mediante una tecnología que imita el proceso natural de carbonatación mineral, produciendo ladrillos y adoquines de piedra caliza que se emplean ahora en toda construcción y pavimentación. 

Estoy llegando a mi destino. El flybot comienza a descender hacia un podio que está ubicado en la azotea del edificio. Cuando las condiciones son seguras para apearme, se abre automáticamente la cabina y salgo. Contemplo por un momento la máquina y me maravillo, pero no de ella sino del ingenio humano. Una de las cosas que definitivamente hace posible su funcionamiento es el sistema central de control de vuelo de baja altitud, desarrollado por un consorcio de empresas en el que el estado también tiene una participación, aunque minoritaria, principalmente como promotor. Es la combinación de un sistema de comunicaciones de hiper-alta velocidad, del orden de medio Gigabyte por segundo, así como de hiper-alta capacidad de procesamiento, del orden de decenas de ExaFlops y de hiper-capacidad de registro, del orden de las decenas de Petabytes. Puesto en términos sencillos, es la capacidad equivalente de incontables cerebros humanos enfocados solo en seguir y controlar la posición, dirección, sentido y velocidad de cada flybot, comunicándose permanentemente con cada una de estas máquinas para hacer todas las correcciones al instante y garantizar la operación segura de este medio de transporte. Estuve leyendo que los centros de cómputo de este sistema son redundantes. Han desarrollado tres hasta ahora. Dos de ellos dominan la vista del valle desde los extremos de la serranía al norte. El otro está en una ubicación subterránea al sur de la ciudad, triangulando con los otros dos. Los tres centros se comunican entre sí mediante tres sistemas, uno basado en fibra óptica, otro basado en radio y otro, ultra-rápido, que está basado en transmisión óptica por laser, que pasa por un satélite dedicado en posición geo-estacionaria. Dos de los tres centros siempre validan entre sí. En caso de haber alguna disparidad, entonces validan con el tercero. En la eventualidad en la que persista aún la disparidad, el sistema ordena al flybot ejecutar el programa de falla segura. 

Llega alguien a recibirme en la azotea, una de las personas que participará en la reunión. Esta es una compañía de ingeniería. Por haber sido un país petrolero, acá todas las familias tienen al menos un ingeniero entre sus miembros. Ya desde la época petrolera existían varias compañías de ingeniería, también de construcción y mantenimiento, así como talleres y fábricas de equipos para la industria, que así era como se le decía al sector petrolero. Antes de culminar la época petrolera, muchas de estas compañías ya habían expandido sus mercados y también buscaron alianzas con grupos globales. En la actualidad, la economía del país se mueve principalmente por este sector de servicios, que exporta productos del talento local, en la forma de proyectos integrados de diseño, procura, construcción y gerencia, desarrollados por profesionales altamente competitivos en el escenario internacional. Aquí ahora abundan las compañías de este sector, unas grandes y otras pequeñas, unas de larga tradición y otras muy nuevas, unas abarcando un amplio portafolio y otras altamente especializadas, unas diseñando con la tecnología existente y otras desarrollando nuevas tecnologías.

Y llego a mi reunión, o más bien a mi conferencia. Es una sala grande y está llena. Mientras me presentan ante la audiencia, repaso todo mi recorrido, desde el aeropuerto y hasta aquí, cuando repentinamente me pregunto: ¿Dios mío, cómo fue posible que lográramos torcer el rumbo y enderezar el destino, después de haber llegado al fondo, o incluso más abajo? Y en mi mente lo vi escrito con claridad mayúscula: LIBERTAD.